Yo no soy una persona precisamente dulce. En el sentido de hablar en octavas altas y decir muchos cariños. Soy pesada y directa y ronca. Digamos que un gusto adquirido.
Los seres humanos, sobre todo las mujeres, desarrollamos una afinidad con los tonos más altos porque los bebés lloran en ese espectro. Es una cuestión de supervivencia, casi como todo. Pero nos hemos convertido en seres mucho más complejos que simples máquinas de hacer descendencia, y desarrollamos gustos que tal vez contravienen lo natural.
Hay un podcast, 99% Invisible, de Roman Mars, quien tiene el tono de voz grave más delicioso del mundo mundial. Roman podría leerme su declaración de impuestos y hacerme pedir que me leyera el de años anteriores. Nada qué ver con lo natural, evolutivo, procreativo. Espero que mi falta de dulzura, mi ser directa y mi tono de voz mucho más grave del resto de mujeres, no me excluya de la cadena de ser atractiva.